El amanecer de hoy ha sido el primero de la primavera. No en
un sentido literal, puesto que la primavera (por convención) llegó hace unos
días, sino por la cualidad de la luz. El cielo azul y las nubes rosadas (los
rosáceos dedos de la aurora, según el tropo clásico) parecían pedir una paisaje
al óleo, más que un fotografía, un pintor capaz de sacarle partido al horizonte
blanco.
Pero yo no creo en la descripción. Imposible recrear la sensación que le lleva a uno a querer describir con
palabras lo que está viendo. En absoluto. Siempre un esfuerzo inútil. Y
utilizar más palabras solo conduce al aburrimiento. Todas esas prolijas descripciones.
Y aun así, el paisaje como inadvertida
y constante presencia. La estructura de lo que observamos, justo
bajo nuestra percepción consciente, como un tono musical muy grave, una
vibración que lo acompaña todo.
La tierra roja y el verde de los olivos, perfectamente
alineados, subiendo y bajando las colinas; el verde más brillante del
trigo verde, los parches marrones oscuros del barbecho, las encinas, los pinos.
Un paisaje que me lleva a pensar (con
ridículo orgullo, como si fuera responsabilidad mía) en la civilización. Los humanos arrancando las aristas a la tierra, arándola durante cinco mil años,
bueyes y caballos gigantescos ayudando a extraer los árboles
inmensos y las rocas ígneas. Sudor animal y suavidad en el horizonte. Un jardín
cultivado, el campo europeo.
Vicente Luis Mora y sus ensayos, con profusas notas al pie.
Foster Wallace utilizándolas como un recurso más de la narración (los
escritores norteamericanos postmodernos con su tendencia a escribir notas
enciclopédicas, como si necesitaran dejar constancia de la ingente complejidad
del mundo). Notas interrumpiendo la lectura como en los estudios académicos. Un
académico cervantino dedicando diez años a las capitulaciones matrimoniales de
Cervantes (solo cuatro folios del siglo XVII). Un antiguo amigo que dibuja. Mozart in the jungle. Partitas y Sonatas
para violín de Bach. Matutinas. Néstor, el cuento del traductor drogadicto que se quedó corto y que debería ampliar si encuentro un rato.
Vuelapluma.